Artículo por: John Soper
Por muchos años me he divertido observando a padres tratando de decidir que nombre dar a un hijo/hija que está por nacer. En algunas familias, como la mía, hay siempre la predisposición, de el nombre de un familiar muy amado. Otros padres dan nombres porque el nombre les suena “bonito/a” o “fuerte” o porque el nombre es popular en el momento. Algunos aprovechan un nombre porque es único. Estoy bastante seguro que los padres del famoso jugador de baloncesto, Shaquille O’Neil, escogieron su nombre porque les gustaba grandemente la rima. Los antiguos judíos siempre buscaban nombres que hablarían proféticamente en cuanto al carácter o la misión de sus hijos.
Pero en cualquier tiempo o cultura hay un factor común – es el derecho de los padres dar el nombre al que va a nacer. Pero en el caso de María y José esto no fue el caso. Un ángel se le apareció a José en un sueño y le dijo, “. . . y llamarás su nombre Jesús, porque él salvará a su pueblo de sus pecados” (Mateo 1:21). Desde el comienzo, Dios quería que nosotros entendiéramos que lo más importante en cuanto a su Hijo, Jesús, era que su primer hijo nacido en la tierra, sería nuestro Salvador.
Jesús compartió con su Padre la misma perspectiva. Lo más cercano a una declaración en cuanto a su propósito fue cuando dijo: “El Hijo del hombre vino a buscar y salvar a lo que se había perdido” (Lucas 19:10). En otra ocasión dijo algo semejante cuando hablaba con los discípulos, “. . . el Hijo del Hombre no vino para ser servido, sino para servir, y para dar su vida en rescate por muchos” (Marcos 10:45).
Los escritores del Nuevo Testamento también tenían bien claro que era la misión de Jesús. Pablo escribió: “Palabra fiel y digna de ser recibida por todos: que Cristo Jesús vino al mundo para salvar a los pecadores, de los cuales yo soy el primero” (I Timoteo 1:15). Los primeros cristianos se identificaban los unos a los otros usando el símbolo del pescado porque las letras griegas para “pescado” formaban un acróstico para la frase Jesús Cristo Hijo de Dios – Salvador.”
Cualquier persona con el más rudimentario conocimiento de la fe cristiana sabe que Jesús es el Salvador. Pero sospecho que la mayoría de nosotros nunca hemos tomado el tiempo para pensar todo lo que involucra esa verdad tan sencilla. Hace algún tiempo hice una lista de todo lo demás que es verdad porque Jesús es mi Salvador. Cuando terminé, casi no lo podía creer y terminé en uno de los tiempos más especiales de alabanza y adoración que yo puedo recordar.
Porque Jesús es mi Salvador, todos mis pecados han sido perdonados (todos, incluyendo los que no he cometido todavía.) Tengo paz para con Dios – ya no soy un proscrito; su ira ha sido satisfecha y mi condena ha sido pagada; he sido declarado “justo” y literalmente he sido vestido con la justicia de Cristo; soy una criatura nueva (¡sí, todo es nuevo!); tengo vida eterna – voy a vivir para siempre con Dios; he sido adoptado por Dios (no hay una conexión lógica ni necesaria entre ser perdonado y ser adoptado. Él hubiera podido haberme perdonado y haberme dicho “váyase.”). Su Espíritu Santo vive en mi; Jesús es mi abogado – literalmente mi abogado defensor quien me defiende cuando soy atacado por el enemigo – así toda acusación contra mi es tumbada porque no hay nada que me puede separar del amor de Dios – nadie, de ninguna manera, nada; la muerte ya no tiene poder sobre mí; tengo una herencia que jamás perecerá, no podrá podrirse, ni dañarse. ¡Y esta lista, mis amigos, es solamente una lista parcial!
Además de enseñarnos todo lo que acompaña la salvación que Jesús nos trae, el Nuevo Testamento también nos da algo de comprensión en cuanto a que clase de Salvador es Jesús. En primer lugar es un salvador universal. No solamente vino para salvar a los judíos. El dijo: “ Porque de tal manera amó Dios al; mundo, que ha dado a su hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree , no se pierda, mas tenga vida eterna.” (Juan 3:16) y comisionó a sus seguidores a llevar el evangelio “a todas las naciones”. También es un salvador exclusivo. “El dijo: “Yo soy el camino, la verdad y la vida. Nadie viene al Padre sino por mí.’ (Juan 14:6). En un mundo que ha abrazado el relativismo y sus contradicciones, Jesús es el único Salvador.
Los primeros cristianos lo resumieron muy bien: “Jesús, Cristo, Hijo de Dios – Salvador.” ¿Es su Salvador?